西班牙语阅读:暮光之城-暮色(8)

El aterrador cómputo de estudiantes del instituto de Forks era de tan sólo trescientoscincuenta y siete, ahora trescientos cincuenta y ocho. Solamente en mi clase de tercer año enPhoenix había más de setecientos alumnos. Todos los jóvenes de por aquí se habían criadojuntos y sus abuelos habían aprendido a andar juntos. Yo sería la chica nueva de la granciudad, una curiosidad, un bicho raro.
Tal vez podría utilizar eso a mi favor si tuviera el aspecto que se espera de una chica dePhoenix, pero físicamente no encajaba en modo alguno. Debería ser alta, rubia, de tezbronceada, una jugadora de voleibol o quizá una animadora, todas esas cosas propias dequienes viven en el Valle del Sol.
Por el contrario, mi piel era blanca como el marfil a pesar de las muchas horas de sol deArizona, sin tener siquiera la excusa de unos ojos azules o un pelo rojo. Siempre he sidodelgada, pero más bien flojucha y, desde luego, no una atleta. Me faltaba la coordinaciónsuficiente para practicar deportes sin hacer el ridículo o dañar a alguien, a mí misma o acualquiera que estuviera demasiado cerca.
Después de colocar mi ropa en el viejo tocador de madera de pino, me llevé el neceseral cuarto de baño para asearme tras un día de viaje. Contemplé mi rostro en el espejo mientrasme cepillaba el pelo enredado y húmedo. Tal vez se debiera a la luz, pero ya tenía un aspectomás cetrino y menos saludable. Puede que tenga una piel bonita, pero es muy clara, casitraslúcida, por lo que su apariencia depende del color del lugar y en Forks no había coloralguno.
Mientras me enfrentaba a mi pálida imagen en el espejo, tuve que admitir que meengañaba a mí misma. Jamás encajaría, y no sólo por mis carencias físicas. Si no me habíahecho un huequecito en una escuela de tres mil alumnos, ¿qué posibilidades iba a tener aquí?
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